jueves, 18 de febrero de 2010

Mala consejera.




El reloj marco las 23 horas, dio el último sorbo al whisky, y empezó a arreglarse.
- Jueves, día de trampas, o como dice la escritora, día de viudas- pensó mientras se perfumaba
- Igual no tengo a quien engañar, rió al espejo.

Se asomó por el jardín, quería ver que abrigo llevar,
-Huele a tormenta- pensó y fue por su Perramus, antes de subir al automóvil.

El día había comenzado muy mal, horribles pesadillas lo azotaron, hasta hacerlo despertar empapado de sudor, malhumorado ya en la oficina, conversó con su mejor amigo, y lo convenció para salir, como para dar un toque de alegría a su opaca vida.

La noche no era su ámbito, mientras se dirigía al Pub, donde lo esperaba Joaquín, tomaba nota con los ojos muy abiertos, como un niño de pueblo deslumbrado por las luces de la gran ciudad, de cada detalle y la diversidad de tribus urbanas con las que se cruzaba.

Estacionó el auto cuando, mirando al cielo le cayeron las primeras gotas, apuró el paso para no mojarse.

Apoyado en la barra estaba su amigo, con una copa de champagne en la mano.
-Guille, que bueno que viniste- lo saludó efusivamente.
No estaba acostumbrado a tan poca luz, sobre el escenario un grupo de chicas ofrecen su show, mientras otras rotan entre la barra y las mesas, buscando a ese hombre dadivoso que merezca ser complacido.

El barman jugando con vodka y fuego casi arma una hoguera en la barra,
-Tu gracia mete miedo, le escupió Guille, muy asustado.
Mientras jovencitas iban borrachas como cubas, de brazo en brazo, de boca en boca, y el lugar se llenaba de tipos que no duermen por la noche.

Durante otro de los show dos mujeres hermosas, vestidas de colegialas, hicieron levantar la temperatura del pub.
-Imagínate con esas dos, vos solo, en tu casa, buena música, buena bebida, caen los disfraces, desnudándote de a poco, con ellas bailando y acariciándote- Lo incentivaba Joaquín, mientras con una seña hizo acercar a dos voluptuosas, para que mimen a su amigo.
Entre arrumacos, susurros, caricias y alcohol, Guille empezó a ceder, a dejarse llevar por el instinto.
Se acomodó en un reservado, pidió más champagne, se sintió ganador.
Más calor, más intimidad, más...
Salió disparado, corriendo, Joaquín intento frenarlo, no pudo, ya dentro de su auto, por la ventanilla, le gritó:
-¡Esas hembras no son dulces!-
Y aceleró a fondo, perdiéndose por la avenida vacía.
-¡Que pena! pero él es así, seguro que esta noche sueña con algún pajarraco.- Le dijo Joaquín al travesti que espantó a Guille.

Horus

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