jueves, 11 de agosto de 2011

MICROCUENTOS II

La luz de la luna, reflejada sobre el húmedo empedrado, se corta
por los finos tacos de una dama que busca apagar soledades.

Buscando vencer el insomnio, lleno sus ojos de letras, quedando atrapado en un
crucigrama que sus sueños no pudieron resolver.

No tenia con quien soñar, por eso no queria dormirse, asi evitaba el despertar
solo y sin sueños.

Atormentado por el abandono de sus musas, el poeta, soñaba que transitaba por un desierto que magicamente se convertia en un tablero de scrabble, cada grano de arena era una letras, pero se les escurrian entre sus manos, llenandolo de frustración, por no poder crear.

Iba por un oscuro tunel, una tenue luz al final. Más se acercaba,más se resignaba.
Esa vela que se consumia era su vida.

¿Y si de repente me arrepiento de ser?- pensó. Después de eso nunca más se arrepintió.

Habia olvidado su sombra a la vuelta de la esquina, cuando quiso volver por ella, habia anochecido.

Lo veian triste y necesitado de un mimo. Una dama generosa se apiado de él. Le contrato un discipulo de Marcel Marceau.

Era tan torpe y con tantas faltas de ortografía, que cuando su novia le pidio que la abrazara, él la rodeo de leña y la prendio fuego.

Para salir de la monotonía empezo a buscar palabras bonitas. Cuando las encontro, no tuvo a quien dedicarselas.

Prefirio creer que era él quien la liberaba de todo compromiso, que reconocer que a ella no le importaban sus palabras.

La pared salpicada de rojo, tan pulcra, no se pudo molestar. Su cabeza sobre el escritorio y en su mano una magnum humeante.

Naufragó en un mar de palabras, para salvarse, se aferraba a cualquiera, hasta que se cruzo con la menos deseada: Muerte.

HORUS