La enorme habitación lucía destemplada, a través de la ventana rota se hacía sentir las primeras ráfagas de viento frío que anunciaba la llegada del invierno.
Era el primer día de Anabella allí, en su nueva casa, eligió mudarse lejos de la ciudad, allí encontraría tranquilidad e intentaría cerrar las heridas provocadas por su reciente divorcio. La vivienda había estado abandonada durante 30 años, polvo y telarañas por doquier, mostraban el lugar como una escenografía de Los Locos Adams, Lo pensó sonrió con la ocurrencia.
La decoración era una tarea cuasi terapéutica para ella. Mientras tomaba las medidas para el cortinado del living, una madera del piso de parquet cede, debajo de ella asotanado se vio un objeto brillante. Sin dudarlo levantó otra madera y metió su mano allí, sacando desde el oscuro escondrijo un objeto redondo, del tamaño de un coco, brillante y dorado.
Era pesado, metálico, con una llave de gran tamaño incrustada en el frente y grabado con letras inentendibles. Sorprendida, lo acomodó sobre la cómoda de su revuelta habitación.
Organizó una reunión con cuatro amigas para inaugurar la casa, preparó canapés, bocaditos calientes y cerveza. Julia, su amiga de la infancia, le hace referencia sobre el objeto hallado, al que Anabella le dio un lugar ornamental importante en su habitación.
Les cuenta del curioso descubrimiento, que navegando por Internet, encontró entre grabados antiguos una representación similar a su adorno. Inmediatamente tradujo la página, tomando conocimiento que sacerdotisas de la antigua Roma, más de 3.000 años atrás, rendían culto a Plutón con un objeto similar, entonces intuyó que era una reproducción de aquello.
Una mañana despertó alterada, una pesadilla la mostró inmersa en profundidades, rodeada de seres oscuros que la acosaban, debería cenar y beber menos pensó mientras bebía ligeramente el café matutino.
Llegado el fin de semana, junto a Julia acuden a un pub, la idea era tomar algo, pasar un momento ameno con buena música. Entre humo, vahos alcohólicos, y luces difusas dos hombres se acercan a ellas invitándolas a compartir la velada. De buen agrado aceptan la invitación con unas copas de Martíni en la mano.
Avanzada la noche acuerdan seguir en la casa de Anabella, con más música y tragos, besos y arrumacos. Todo transcurría con euforia y éxtasis, la diversión era la dueña de la casa.
Imprevistamente la somnolencia les gana a las dos parejas. Caen abrazados sobre los sillones del living.
Por la mañana, el jardinero se preparaba para arreglar el parque, por la ventana posterior, ve humo que sale de la casa. Toca timbre. Nadie atiende. Avisa a la policía y a los bomberos.
Derriban la puerta, en el centro del living en un círculo brasas y cenizas esparcidas, sangre derramada por toda la casa, Julia derrumbada en un sillón, Anabella profundamente dormida y el Sagrado Plutón Dorado sobre la mesa ratona manchado de sangre satisfecho por la milenaria muestra de devoción a su culto, el sacrificio de dos seres oscuros.
HORUS
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