Atormentada, pero decidida, emprendió la marcha; durante la misma imágenes como fotogramas que mostraban a Jorge en plenitud, se encendían y apagaban en su cabeza, como luces de neón en marquesinas porteñas. Difícil vivir sin él, compartieron infancia, adolescencia, adultez, el amor de su vida.
Surcó la playa perpendicularmente al mar, el agua por los tobillos, por las rodillas, por la cintura, la movilizaba un solo objetivo, el reencuentro.
Imprevistamente un perro se interna en el mar a puro ladrido, la despabila, la vuelve en sí, detiene su marcha, se acerca flotando y con sus dientes sujeta la ropa de Cinthia moviendo la cabeza indicando la salida.
Llorando, exhausta se tiro en la arena, el perro la acompaño, no se separo un instante. Emprendió el regreso acompañada, en la puerta de su casa decide adoptarlo.
El can se movía por los ambientes con total familiaridad, como si siempre hubiese vivido allí, por la noche se acomodó en el lugar libre de la cama, esperando que ella se durmiera.
Una tarde apacible, decide caminar las tres cuadras que la separan de la playa, para tomar un descanso leyendo un libro mientras tomaba unos mates. Durante el trayecto tomo nota como los últimos días los sueños tormentosos desaparecieron, la angustia cesaba poco a poco y como una mascota adoptada azarosamente enarbolaba orgullosa el mote de “mejor amigo del hombre”.
Sobre la templada arena, y a pesar de la calidez de los rayos solares, un escalofrío recorrió su espalda. Cinthia y el perro se miraron, fijamente a los ojos.
- ¡Cortala! ¿Sos vos? aunque sea decime guau para saber, así me quedo más tranquila carajo!
- ¡Guau!
Los ojos se encendieron, como riendo. Tirados en la playa quedaron mirando el mar.
HORUS
2008
Que magnifica y bella historia HOracio... Sonrei al leerla, me dio alegria...
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